Ecos (hiper)textuales I

Los primeros síntomas de tanta navegación convulsiva y abusiva por el mundillo blogeril se están anunciando.

Algo que quizás comenzó hace años, en mis primeras aproximaciones (muy tangenciales debido, posiblemente, a mi corta edad y, ergo, escasa experiencia en todos los sentidos de la vida, es decir de la literatura) a un tal Borges.

Un estado de ánimo que, transcurrido cierto tiempo (y con contadas dosis más de dicha experiencia), creí conveniente definir como la apremiante obsesión (o, como diría Dolina, el «berretín cósmico») de encontrar todas las conexiones posibles (tanto las oscuramente sutiles como las absurdamente obvias) que se desprendían de cualquier texto que me atrapara.

Claro, la irrupción en tándem de internet y sus secuelas más perjudiciales (blogs, wikis, todo lo que por practicidad o pereza se ha etiquetado como «2.0»), ha potenciado mi droga-dependencia con esta Metaliteratura.

Entonces, vuelvo de mis vacaciones, tengo mucho trabajo acumulado, me propongo (inocentemente) no «perder» tanto tiempo en «esas» cosas, pero…

Hojeando el blog de Patrico Zunini empezaron los escalofríos. Primero leo las reflexiones de un joven escritor (cosa que supongo por la foto adjunta, que también supongo reciente) a quien han criticado su estilo tildándolo de «acartonado». Más allá de estos matices corrugados, me interesó algo que propone a manera de explicación: una característica que comparte con Guillermo Martínez (justamente se cita su libro sobre Borges), la impronta científica de su formación profesional que incide linealmente en la estructura de sus oraciones.

Y me acordé de Pynchon.

Que es ingeniero.

Ese mismo día me pierdo en lo del Rufián Melancólico y me tropiezo con uno de sus ensayos telegráficos en donde sostiene que Lost (ya saben «esa» serie, que también me obsesiona dicho sea de paso), se está impregnando de un pathos… ¡pynchoneano!

Entonces, tomo una medida profiláctica y me alejo tratando de no pensar. A esa altura ya me sudaban los meñiques de los pies.

Vuelvo a lo de Zunini y me encuentro con su mirada acerca de un tema que propuso J. M. Figueras en torno al «mito Salinger», la desaparición pública autoimpuesta por célebres escritores. Ejemplo por antonomasia: ¡Pynchon!

Estoy mal, abatido por mi dolencia.

A la noche, con la poca energía que me queda, cuando no me entrego al «corazón tan blanco» de Marías, encaro «El arco iris de la gravedad» con lápiz en mano.

Porque sigo con la costumbre de subrayarlo todo (como estrella con sus Bukowskis), para después analizar el rizoma y alimentar mi obsesión.

Ecos
Los mismos instantes
Ecos
Cubriendo mi soledad

Ecos
Formas que se repiten
Ecos
Saturan mis sueños

Todo es tan igual
Llenando vacios
Todo es tan normal
Tan frio.

Ecos, Soda Stereo

6 comentarios en “Ecos (hiper)textuales I

  1. A mi me pasa mas seguido por la calle (esta misma sensación) me voy encontrando con personas que están en las mismas búsquedas, que me pueden tirar una solución para el problema insalvable del día, que me dice la palabra justa, que me recuerdan el nombre de la actriz que no recordaba, cosas raras….
    Que gran canción de Soda.
    Un abrazo.

  2. Estos ecos intertextuales están ganando espacio. Siento la misma inquietud y sorpresa cuando pasan cosas así.
    A veces nos persigue lo «pynchoneano»; otras, lo «cheeveriano»… y así. ¿Seremos nosotros que vamos directo hacia allá, como si hubiera un magnetismo irresistible? Quién sabe.
    Espero con ganas tus subrayados de El arco iris de la gravedad.

  3. Ya he dejado constancia en varios blogs de mi sorpresa, que a esta altura ya no es tanta, por las coincidencias y convergencias de ideas.
    ¿será una misma sintonía de ideas que corre por los mismos canales?
    Abrazo!

  4. Hola, te cuento que acabo de descubrir el blog y me gustaron mucho tus palabras.
    Creo que es inevitable que ocurra en la web aquello que Godard pensaba acerca de la historia del cine: el permanente (y a veces secreto) diálogo entre las películas.
    Saludos y hasta pronto.

  5. Se trata, creo, de escribir y de intentar ser honestos con uno mismo. El resto me resulta onanista. Que se piense es comprensible, que se encumbre, preocupante.

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