¿Qué otra cosa es un fantasma más que una cuenta pendiente?

Pero lo cotidiano, lo necesariamente cotidiano, lo había reclamado cada vez con más fuerza, presentándole sus exigencias, hasta dejarle solamente una pequeña y amarga diversión de la que se negaba a desprenderse. De vez en cuando, cuando la luna, las mareas y el magnetismo planetario estaban todos afilados, se aventuraba, a través del tercer ojo abierto en su frente, en un extraordinario sistema de transporte que le permitía deslizarse por el aire hasta donde ella estuviera, y allí, completamente invisible, percibido sólo lo justo para ser molesto, la atormentaba como un fantasma, todo el tiempo posible, disfrutando de cada minuto que arrancaba.

Vineland, Thomas Pynchon

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La incontinencia de la lluvia

Hace apenas unos minutos estaba «redactando» un mail que tenía todas la intenciones de materializarse en un saludo navideño espetado en simultáneo a un conjunto de personas («mis amigos», en rigor aquellos que figuran en mis contactos, por un tema de comodidad, aunque intuyo que las dos categorías se corresponden unívocamente). De hecho, el mensaje logró sobreponerse a mi abulia generalizada y logró ser enviado. Al mismo tiempo, deambulaba por los blogs que habitualmente frecuento con el mismo propósito: dejar constancia de mi necesidad de expresión, hoy aparentemente desatada…

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La afición por balancearnos

Las convenciones (herederas del calendario gregoriano, ese símbolo del poder, ahora decadente, de la figura papal aplastando al gran César) nos empujan al estado de conciencia febril asociado a la completitud de una simple medida de tiempo. La finalización del año presenta un fenómeno inmanente, algo paradójico si se quiere: esa aceleración abrupta que nos obliga a la realización, en simultáneo, de innumerables actividades de variado tenor pero uniforme prioridad, cuando lo lógico (o al menos lo deseable) sería entregarnos a la voluptuosidad de la inacción justificados por el cansancio anual. Y es precisamente en este momento cuando hace su majestuosa aparición Su Excelencia «El Balance».

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Analemma

Todos los jueves a las 8.30 de la mañana, camuflado entre los colores del suplemento espectáculos, convidado con el aroma del café amargo con medialunas saladas de manteca y fingiendo interés en la conversación siempre obtusa del compañero de turno, la observaba pasar desde un ángulo imposible. Convencido de que la esencia de todo ritual es la reiteración, se obstinó en la práctica de ese culto durante varios meses, con la ciega certidumbre de los hombres de fe. (más…)

Carta abierta a los tesalonicenses

«Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas».
1 Tesalonicenses 5:5

Mejor apuro el paso, creo que todos me están mirando medio mal. Qué me importan todos, ni siquiera el cura Valentín que a esta altura no debe tener mucha noción de la realidad después de ese moscato que se tomó atrás, antes, como siempre.

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La primavera de los pueblos (dormidos)

Instigado por una especie de necesidad causada, probablemente, por la conjunción de varias sensaciones (visuales todas ellas), se me ocurrió tomar las calles (en franca adhesión a eso de que las estructuras no salen a las mismas, creyéndome un intelectual y encima comprometido) y capturar algunas imágenes similares a las mostradas por estrella y a las rescatadas por Flavia antes de su aventura por la gran manzana.

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La posibilidad del silencio

El silencio no cesa. Pero yo recelo de toda ausencia.

No encuentro sustento en el vacío, sin palabras la realidad se confunde en multitud de impulsos, de señales, de promesas que se pierden en un sólo movimiento de ese autómata, mi cuerpo.

Recordar, navegar, perecer en cada instante de ese sueño.

Mientras caminaban absortos en el peligroso juego de sortear las baldosas flojas de la plaza, la lluvia vacilaba momentáneamente en su necesidad de definir el tamaño de sus partículas, su propia esencia.

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Esa mañana lo esperaba con alegría. Cruzamos el río a caballo

Ya no tengo voz propia. Quizás nunca la tuve. Y, si realmente pensamos con honestidad en este tema, seguramente llegaremos a la conclusión de que eso que llamamos «opinión» no es más que el resultado que arroja un cierto motor de búsqueda que opera en nuestra mente, mediante algoritmos inescrutables (no compañeros lacanianos, no es la estructura del lenguaje, es algo más sutil), revisando toda la información que fuimos acumulando en nuestra vida, en esta tabula rasa llena de tachones que constituye, ni más ni menos, todo lo que somos. (más…)

Pynchon o el Nostradamus con prosa estilizada

No es bueno eso de andar aconsejando.

Pero la nota que la revista digital la contrarreforma facilita al lector despierto no tiene desperdicio (el resto de la revista, lector, no tengo idea) . Se trata de una inédita de Thomas Pynchon, por lo que por su peso específico ya resultaría interesante a priori. Y realmente ya se paladea ese sabor (tan extraño para nuestras papilas últimamente) de pura originalidad en las primeras líneas de ese mini-ensayo titulado «¿Está bien ser un ludita?»

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